En una escena de "Murieron con las botas puestas", la película de RAOUL WALSH, uno de los protagonistas afirma: "nosotros moriremos, pero el Regimiento seguirá". Las instituciones, por encima de vicisitudes, errores y aciertos de los individuos que las ocupan, perviven en el tiempo cuando gozan del hálito especial que surge del poso histórico, de un arraigo de larga traza en la sociedad a la que sirven. Y no sólo eso. Cuántas veces una nación sumida en una crisis pavorosa, al borde de la aniquilación, remonta vuelo gracias a la acción de minorías forjadas al calor de contados elementos estructurales, incólumes en un entorno de decadencia. Sólo las sociedades que tuvieron la inteligencia de forjar y cuidar cuanto remacha la estructura han mostrado solidez, y hasta su mejor cara, en situaciones límite. Las que descuidan las instituciones básicas y abdican de los imperativos de una comunidad organizada (respeto y conocimiento del pasado común, enseñanza homogénea, conciencia de empresa conjunta, instituciones fuertes y respetadas...) difícilmente podrán estar a la altura de las circunstancias y arriesgan la extinción.
Dicho ésto, parece -en términos muy generales, más allá del entorno español-, que los errores en la clase política o la venda los ojos de toda una sociedad ante determinada coyuntura histórica, con efectos sociales muy negativos, en ocasiones se salvan gracias a inercias irradiadas por la abnegada labor de un juez "de pueblo", los sacrificios de un pelotón de infantería en un escenario remoto, la habilidad social de un diplomático de segundo nivel, la probidad de oscuros funcionarios de toda laya.…Contrafiguras del feísmo moral o intelectual de determinados ámbitos de poder, hacen más por la permanencia y prestigio del Estado que las escenificaciones de quienes en definitiva son meros gestores temporales. Estos pueden fingir ignorarlo o incluso procurar la neutralización de los límites, mediante su colonización. Esta percepción no cuestiona las bases de la democracia, pretende su reforzamiento. Pero también están en la misma lógica los que, desde una perspectiva aparentemente adversa, se nutren, conscientemente o no, de las simplificaciones pueriles de CHOMSKY o HESSEL.
Otro apunte al respecto. Injusto sería ceñirnos a las instituciones y olvidar la llamada sociedad civil, de la que también existen ejemplos de aportaciones decisivas en momentos críticos. Pero su dinamismo no es totalmente autónomo ni espontáneo y, en gran medida, se vincula a planos de naturaleza distinta, por tributario de pautas educativas o axiológicas, así como del marco jurídico por el que velan los servidores públicos. Puede que en el trasfondo, siempre instituciones sólidas, aún sufriendo un proceso de degradación o demolición. A estas consideraciones no son ajenas las Fuerzas Armadas.
Dos buenos libros para este verano, que constituirían una aproximación, "salvata distancia", a lo que sugerimos. Para una visión lúcida del deterioro de las instituciones, "el Estado sin territorio", de FRANCISCO SOSA WAGNER y MERCEDES FUERTES. En relación con una figura militar que, desde sus lazos con estratos profundos de una tradición histórica (según la interpretación del autor y con todos los matices que se quieran), se opone a una deriva catastrófica, "HAMMERSTEIN o el tesón", de HANS MAGNUS ENZENSBERGER. Buen verano a todos y hasta septiembre.